Monday, March 30, 2015

Más que cifras y términos: la desaparición de los 43 y de muchos más

por Maggie Ervin
En su mejor momento, una traducción puede ser sublime y enriquecedora. Me atrevo a plantear que la versión en inglés de Cien años de Soledad, realizada por Edith Grossman, es casi tan deliciosa como el original de García Márquez. Y me pregunto si el Sonetos a Orpheus, escrito por Rilke, podría ser más lírico que la interpretación de Stephen Mitchell. En su peor momento, la traducción puede ser incómoda y decepcionante. Cuando se trata de transmitir los matices del saudade portugués, o los largos y precisos sustantivos alemanes, yuxtapuestos para significar una sola palabra.

La traducción de ciertas palabras del español al inglés puede ser complicada también. En inglés, “desaparecer” normalmente no es un verbo transitivo. Algo o alguien desaparece por su propia voluntad, o por negligencia, pero no es algo que se le pueda hacer a otra persona. En inglés, hay un montón de cosas crueles que puedes hacerle a alguien, pero desaparecerlo simplemente no es parte de nuestro repertorio lingüístico de la barbarie. Aquí en México, alguien puede ser "embolsado", y esto no quiere decir “despedido” o “detenido” como “bagged” en ingles. Esta palabra significa que un cadáver ha sido envuelto en una bolsa de basura y es abandonado en algún lugar que probablemente no sea la morgue local. Si le preguntamos a un angloparlante qué significa un "cuerno de chivo", la primera imagen que le vendría a la mente serían los cuernos de un animal, no una AK-47. Del mismo modo, "el derecho a la verdad" suena extraño en inglés. "¿El derecho a la verdad? Nunca he escuchado ese termino”, diría un angloparlante.


43 estudiantes desaparecidos. ¿O “perdidos” sería la palabra correcta? O “levantados”? O “extraviados”? No, en realidad los desaparecieron; no hay ni tergiversaciones ni ambiguedades en este caso. De hecho, el término más preciso de lo que pasó en Iguala hace seis meses fue “desaparición forzada”. Para los angloparlantes, este término también podría necesitar más explicaciones. A pesar de las muchas injusticias en EE.UU. - la desigualdad de clases, la discriminación en contra de los inmigrantes, el porcentaje absurdo de personas tras las rejas, la policía que mata a hombres negros desarmados, un salario mínimo de miseria – con todo esto, la desaparición forzada no es parte de nuestra realidad cotidiana y retórica. Así que una pequeña aclaración. Hay tres elementos básicos sobre la desaparición forzada: 1) la negación de la libertad de una persona en contra de su voluntad, 2) la participación de las autoridades estatales, ya sea por acción u omisión, y 3) la negación de los hechos por parte de las autoridades. En la noche del 26 de septiembre de 2014, estos tres elementos estaban en juego de manera espeluznante.


Durante estos últimos seis meses, el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa ha recibido mucha atención a lo largo y ancho del mundo, tal como debería. Pero la desaparición forzada ha sido un problema mucho más serio en México desde el 2006. Tan sólo en el año 2014, desaparecieron a más de 5.098 mexicanos. Esta cantidad rebasa el número de personas que cabe en un gimnasio de una típica escuela secundaria estadounidense. (Así que imagina un juego de baloncesto en ese gimnasio durante una temporada ganadora, y luego súmale 500 personas más). Lo sucedido con los 43 ha recibido más atención que otros casos, probablemente debido a una confluencia de factores: la truculencia absoluta de la masacre, la clara colusión entre el crimen organizado y el estado, la lenta respuesta del gobierno ante estos sucesos, y los niveles desvergonzados de corrupción y putrefacción de los partidos políticos encarnados en estos sucesos. Pero los familiares de todos los desaparecidos en México han estado denunciando durante años.


No sólo denunciando, sino también alertando a las autoridades. Sin duda, las cifras registradas son bajas comparadas con las desapariciones reales, ya que los familiares a menudo no denuncian por miedo a los narcos o a las autoridades, o a ambos. (Actualmente hay más de 27.000 mexicanos desaparecidos.) Pero también en muchos casos los familiares no creen que alguna vez se haga justicia y desafortunadamente, la evidencia apoya firmemente este escepticismo. Entre el 2006 y el 2011, 390 denuncias de desapariciones forzadas fueron presentadas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Sin embargo, no ha habido ni una sola sentencia. Y a pesar de que el número de desapariciones forzadas ha aumentado desde que Peña Nieto tomó posesión en diciembre de 2012, en abril de 2014 todavía nadie había sido condenado por desaparición forzada en toda la república mexicana.
Todo eso está pasando en un contexto llamado la “Guerra contra las Drogas”. Han pasado 34 años desde que Nixon la declaró, quince años desde que se desató en escala masiva en Colombia, y ocho años desde que México se convirtió en su principal campo de batalla. No importa cómo se mida, en términos de sus objetivos declarados, esta guerra ha sido un fracaso colosal e innegable, tanto en EE.UU. como al sur de su frontera. La disponibilidad y el consumo de drogas no han disminuido, y han correspondido con un aumento de violaciones de los derechos humanos y simplemente más muerte. Mucho se ha escrito sobre esta evidencia, y más de un puñado de presidentes actuales y pasados de América Latina han criticado esta política, incluso varios de la derecha. Sin embargo, los políticos estadounidenses de ambos partidos se niegan a prestar la más mínima atención a los datos. ¿Qué se necesita para detener esta guerra?
Esa palabra, por supuesto, es fácil de traducir: guerra, war. Y tiene varias palabras derivadas, como el nombre del estado en el que desaparecieron los 43: guerrero, warrior. Necesitamos guerreros en estos días, los que demandan ponerle fin a la brutalidad del estado, a la militarización y a la rentabilidad de la guerra, y los que defienden el "derecho a la verdad." Eso es lo que se necesita.


  • Únete a la Caravan de los 43. Solidarízate con los familiares de los normalistas desaparecidos.



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